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sábado, 30 de agosto de 2014




“Destinos inconclusos, vidas separadas y fuertes dolores del alma”


Mis victimas suplicaban piedad, lloraban por ver a sus familias una última vez, me imploraban vivir un poco más. Solo les respondí, con el filo de mi cuchillo rojizo. En esos momentos, mi esposa era lo de menos, quien la mató, el porqué, eran razones del pasado, y con cada delincuente que asesino, cada segundo me acerca a descubrir, la verdadera naturaleza, del ser que me la quito de las manos.

Cada día, en los periódicos, se muestran noticias sobre un cazador de asesinos. Un tipo que masacraba a delincuentes y organizaciones criminales. Para muchos lectores y transeúntes que ven estas noticias en los puestos de venta de la ciudad, yo era un asesino despiadado, para uno o dos, un imbécil tratando de que lo maten. Me da igual esta mierda.

Yo mato por el simple hecho de justificar mi existencia, vengar a mi esposa, y saber, porqué estoy viviendo en un mundo tan perverso como este. Sé que no iré al cielo, pero tampoco creo que acepten a este desadaptado en el infierno.

Las bandas criminales se juntaban para planear una contraofensiva, querían venganza, rezaban para que cayera en sus manos y al fin verme morir, agonizante y sin remordimiento alguno.
Maribel, no la he vuelto a verme desde que casi la mato por ira, se fue de la casa esa misma noche. Cuando entré a su cuarto, solo encontré una nota. Me importaba un carajo lo que decía, sé que diría algo con lo sucedido hace unas cuantas horas, pero, yo siempre pensé en ella como una hermana menor, desde que la salve de su “madre”. Me daba igual su vida. Quiero decir, que era mejor que se alejara todo lo posible de mí, para que no la metieran en mis asuntos o, en algo peor.

Perdí a mi esposa, mi hermana adoptada huyó y ahora tengo la soledad ante mis ojos. Este extraño “poder”, realza mi apodo de asesino desadaptado, mi condenada maldición. Continuaron los días, las semanas y al final llego el mes donde mi nombre fue temido por policías e incluso el mismo alcalde de la ciudad.

Nadie ahora me consideraba un héroe, me temían, creían que yo era un demente con un cuchillo y ganas de destripar a sus víctimas. La justicia cree que soy parte de una banda criminal, les haré creer eso hasta que todo se calme, o mejor dicho, hasta que mate a todos los miserables de este hogar, llamado Chiclayo.

Sangre, dolor, gritos y mucha ira. Eso es lo que siento al cazar a cada una de mis víctimas, gritan y aúllan de suplicio. Desean irse y dejar atrás su crimen, toda una vida de penas y angustias a familias que lloran por la pérdida de su ser querido, se alegran al ver muerto al verdugo. Sonríen y aplauden mi acto, pero también huyen y vomitan por la forma en que murieron. No los entiendo, y no pretendo hacerlo. La vida humana es tan simple y compleja a la vez, tan estúpida y llena de amor. Tan repugnante y llena de pura mierda.

Mis únicos amigos, mis pistolas, disparan sin cesar, las balas atraviesan sus cuerpos y yo devoro sus almas con la sangre que brota de mi ojo izquierdo, soy la parca que busca saciar su corazón a falta de amor. Mi corazón arde de dolor, como de pasión ¿Es esto lo que tendré que hacer por el resto de mi vida? Huir, matar en minutos, seguir huyendo y visitando la tumba de mi amada.

La cama de madera donde mi flor, yace postrada descansando, esperando el reencuentro de su príncipe azul. Lástima que no seré yo, no podré verla nunca más. Nunca.
Cuando la ciudad descansa, aplico mi poder sobrenatural, mi poder demoníaco o como quieran llamarle. La extraña neblina aparece alrededor de mi mano, y mi ojo nuevamente sangra. Estoy enloqueciendo, y mis ojos siguen llorando color vino.

El tiempo de amor que tuve con Raquel siempre lo extrañaré, los minutos que pase a su lado mientras me acariciaba el cabello, nunca lo olvidare. Los segundos que nos besábamos y sentíamos calor y flamas bailando entre nuestros dientes por ese gran deseo que nos unía desde la creación, desaparecieron de mi boca; pero permanecen en mi razón. Lo lamento tanto mi Raquel, lo siento mucho, pero debo seguir por el honor de mi familia, la tradición de buscar la venganza adecuada. Seguiré, hasta que caigan lágrimas rojas del cielo. En ese momento sabré que, debo detenerme.


Dos largos meses han pasado. Mi última misión en mi ciudad natal, la última agonía en esta gran ciudad de la amistad. La criminalidad se ha reducido, parece que ha habido noticias sobre un grupo de niños que se hacen pasar por héroes en la ciudad de Lima. Atrapan a los delincuentes y los entregan a los policías, pero sin que nadie los vea. Deseo conocer a este pequeño grupo. Hacen lo mismo que yo, pero, sin la necesidad de ejecutar una verdadera justicia sobre esas mierdas. Este niño… debe ser su “líder”. Iré a la capital, me largo de esta ciudad, aburrida ahora, buscare a ese grupo, y a su jefe, un tal Jerouu, que extraño y estúpido nombre.

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