“No recuerdo los hechos, pero si las
consecuencias”
Luciano es mi nombre, y venganza mi
aliento. El crimen fue cometido, y no sentí nada, absolutamente nada por aquel
sujeto llamado “ser humano”. No sentí ánimos ni tampoco culpa, es como si lo
hubiese disfrutado pero con un rencor tan grande que solo podía compararse a un
baúl lleno de recuerdos dolorosos, y en lo profundo, se halla el cuchillo con
sed de sangre.
Mi primer asesinato, no fue este. Este
es el primero donde aplico armas de fuego y uso un alias para glorificarme, me dicen
“Rojo”.
La muerte viene y va, pero la vida es
solo un segundo. La víctima se retorcía, grandes charcos de sangre iluminaban
su rostro horrorizado por el deceso.
La policía se acercaba, es momento de
irse, la decisión de seguir mi camino. Esto no acabaría aquí, y tampoco en cualquier
parte del mundo, menos en Rusia, mi tierra natal. Mientras me alejaba paso a
paso por el asfaltado camino hacia mi hogar, las personas corrían a mí
alrededor yendo a la escena del crimen, como simples moscas. Tan nauseabundas,
tan asquerosas.
Llego a mi casa y me abre la puerta la
última persona sobre la tierra quien me ha dirigido unas nobles palabras.
- ¿Estás bien Luciano?
- Si Maribel, me encuentro bien, y no abras a nadie
la puerta, ¿entendido?
- Pero, te
pasa algo… (Me preguntaba con tanta inocencia)
- No me pasa nada, ¿ya está la cena servida?
(pregunte con algo de indiferencia, para ocultar el crimen que se ve en mis
ojos marrones)
- Está bien, relájate hermano, ya está la cena, me pregunto,
¿por qué has venido tan preocupado esta noche?
- No importa Maribel, todo está como debe de estar, ahora voy a
cambiarme y cenar
Entre a mi cuarto en el segundo piso, nuestra
casa era grande, pero tan vacía y llena de dolor. Saque el cuchillo de mi
bolsillo, aun ensangrentado. Fui al baño, lave mi rostro y fije la mirada en el
espejo, lo que vi sería el primer rostro de miedo que contemplaría por el resto
de mi vida. Mi ojo derecho estaba totalmente rojo, mi pupila dilatada y un
borde oscuro alrededor del otro ojo. Un borde tan negro como mi cabello. Pero
antes de cometer el crimen, no había consumido ninguna droga, mucho menos ver televisión
todo el puto día, ¿Qué mierda me pasaba?
- Hermano
¿estás bien? (Mi hermana menor tocaba la puerta del baño)
- Te dije que
no me molestaras, ya bajo a cenar
- No me
dijiste eso, y hay patrullas de policías circulando por las calles… ¿esto tiene
algo que ver contigo?
- No me
molestes! Y no abras la puerta a nadie, ¿me oíste? (se notaba ahora si mi
enfado, un enfado sin razón)
- Pero
hermano… (Lo dijo con un tono de preocupación)
- Con un
carajo, te dije que no me molestes!, vete a tu cuarto!
- Está bien,
pero nuestra madre, se hubiese molestado por la manera que me contestas
- Ella está muerta y punto
Antes de contestar su última pregunta,
algo dentro de mis ojos empezaba a fluir, sangre oscura, sangre color negro,
tan espeso como el mar. El espejo reflejaba eso, me aparte un poco, y mirando
directamente la puerta, levante mi brazo derecho y la golpee, tan fuerte que
destruyo la puerta totalmente. Y sin darme cuenta, en segundos, tenía a mi
hermana sujetándola por el cuello, la estaba ahorcando.
- ¿Qué haces
hermano? (vi su rostro de terror, un rostro, que estoy acostumbrado a ver)
- Te dije que
no me molestaras, eres la única persona en quien confío, pero eso no significa
que no pueda matarte
La solté, ella me miraba con miedo, una
mirada de dolor y total desesperación, corrió a su habitación, sin mirar atrás,
sin ver a su hermano mayor que intentó matarla. Cerró la puerta con odio.
Regrese al baño a mirarme al espejo. Mi ojo derecho dejo de sangrar, fluidos
negros, y el izquierdo regreso a la normalidad. Pero vi en mi mano derecho una
especie de niebla blanca, pequeña, que solo rodeaba mi puño. En esa nube blanca
sentía odio, ira y total desprecio, ¿Qué demonios me pasaba?
Me eche en la cama y reflexione mis
acciones del día, ¿Qué me había pasado?, ¿Qué me sucedía?, casi mato a mi
hermana, mi ojo sangra de un color innatural y el otro se teñía de rojo. Quería
hablar con Maribel, pero era muy pronto para eso, decidí irme a dormir y
fijarme por las ventanas si los patrulleros se habían largado, y efectivamente,
se fueron.
No pude dormir, solo recordaba los
cinco asesinatos que marcaban mis manos de color rojo. Mis manos que mataron a
cuatro sabandijas y masacraron a líder de una banda de secuestradores. Ya era
un asesino, un tipo que no es diferente a ellos, pero ahora, hace unas horas,
me convertí en un monstruo. No recordaba los nombres de las últimas víctimas. Ni
me importaba, pero si recordaba a una, en especial, a ella, a quien mi corazón
sintió amor por primera vez, por única vez, verdadero amor. Y ahora la veía en
sueños, en pesadillas, y ahora la veo, mientras la acuchillo en el estómago, el
nuestra boda. Asesiné a mi esposa.
0 comentarios:
Publicar un comentario