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martes, 13 de enero de 2015

No se pueden cambiar las verdades, pero si modificarlas a la realidad



Sábado 29 de noviembre, o eso creo, ahora solo me preocupa comprender las teorías de Berlo y Mattelart, dos grandes científicos comunicadores del siglo XX, y aun no puedo comprender lo que realmente quieren explicar en sus libros, ¡que frustración y aburrimiento! Las nueve de la noche y no salgo a ningún lado ¿Qué clase de joven no sale a discotecas a divertirse y jaranearse?, solo yo, lamentablemente, que antisocial que soy.

La tarde la pase conversando con Sylvana, y ahora que se unió a mi proyecto de héroes callejeros, como primera gran misión nuestra, le pedí que estuviese afuera del Megaplaza a las once de la noche hoy mismo, aun no tengo idea del porque ese lugar, pero es probable que no pase nada salvo un robo de celular y eso, bueno, es para demostrarle también que no solo somos chicos que publican por bookface y listo, llame a Luis para que también nos acompañara, y dijo que si, y justo en ese momento tenía una fiesta que se había cancelado pero no le había dicho nada a su madre, aunque de todas formas me confeso que no le gustan las fiestas e igual no iría ¡qué buena suerte!

Pero al intentar llamar a Alexina, no hubo respuesta a su celular, quizás estuviese trabajando o bailando en alguna discoteca para pasar el rato, no la critico, pero bueno, la primera misión grupal y no esta ella.

Les dije que fueran con capucha o usando un gorro o algo que tapase sus rostros totalmente, que los “marcas” a quienes supuestamente atacaríamos no supiesen nuestras identidades, menos la misma policía, si en el caso nos atraparan junto a ellos. Los marcas se les conoce como bandas criminales expertos en plagios de gente importante y pedir cupos de extorsión a constructoras civiles, ¡ellos serían los primeros en pagar!

Primero Sylvana me critico por la forma de actuar, sin armas, sin preparamiento, ni nada, pero le respondí que yo llevaría como defensa un cuchillo grande de cocina, cuetes de navidad y, no sé porque, el bastón que me dio ese vagabundo, algo me decía que era importante y me salvaría el pellejo esa noche, una rara intuición que, debido a muchos libros de acción que leo, hice caso al cien por ciento.

A ella le dije que llevara su guitarra, y que estuviese lo más enojada posible, al hacer eso, utilizaba su don y con eso los marcas se sorprenderían y pedirían perdón tirados al piso. Luis no necesitaba armas, solo defensa, pues sus puños y musculatura de fisicoculturista eran bastante para darles una buena tunda a los pequeños del grupo de criminales.

Con estos argumentos, tuvieron miedo al principio, pero fue Sylvana la primera es dar un paso adelante con un insulto motivador:

“¡HOY ESOS HIJOS DE PUTA SABRAN EL DOLOR DE SER LA VICTIMA DE NOSOTROS, LOS SOULOS!”

Con esos ánimos, nos dispusimos a descansar el resto del día para a las once de la noche, plantear nuestro pequeño y arriesgado plan y dar el gran salto, tan peligroso que ni los policías con sus agentes especializados podrían hacerlo con años de anticipación y estudios de no sé qué.

Al salir de mi casa, mis padres que ya habían regresado de sus vacaciones por Huaraz y se encontraban descansando, mi abuelo se fue a su casa junto a mi abuela. Fue el momento perfecto para tener miedo y a la vez adrenalina de, cambiar el mundo donde vivimos.

Con una capucha negra y una bufanda de colores rojo y negro me tape toda la boca, fui en un micro hasta el Megaplaza, se supone que habría excesiva gente yendo un sábado al centro comercial, sin embargo, milagrosamente ni siquiera las madres corriendo desesperadas por un polo para sus hijos se les veía alrededor. En el camino, los cuatro o tres pasajeros dentro del micro me veían como si fuese un estudiante, mas no como un maleante, eso fue una buena señal, la señal que debía continuar, dar la pinta de buen chico en lugar del choro común, siempre es bueno.

El centro comercial “Megaplaza” está ubicado al frente de la panamericana norte, pasando otro gran centro comercial, pero este lugar se ha convertido en el nuevo emporio rico de la zona norte, ¡es tremendamente gigante! A eso de las once y medianoche, salen de trabajar los dueños de las tiendas dentro del centro, sujetos perfectos para ser plagiados en cualquier momento de la noche y cobrar una jugosa recompensa por al menos un dedo de ellos.

El punto de encuentro fue el paradero del frente del centro, al llegar, ellos ya estaban sentados esperándome, no sé cómo se sentían ni tampoco si estaban felices o tristes o incluso asustados, pero sí que deben de tener miedo, demasiado miedo.

- ¿y bien Jerouu?, ¿ahora qué? - preguntaba nerviosa Sylvana, ahora vestida con un traje ceñido al cuerpo y sus botas negras, muy pintada

- ¿No me digas que tienes miedo?, relájate, solo debemos esperar algún movimiento sospechoso e ir por ellos – respondí con paciencia y sin dejar de verla al rostro

-  ¿miedo yo?, hahaha, ¡que estupidez! - no podía ocultar muy bien su miedo

- Yo… realmente no sé cómo actuar Jerouu - respondió Luis ante el temor de atacar a alguien armado y salir gravemente herido o muerto

-  ¡Cállense los dos y miren! – nos gritó Sylvana luego de ver, de que de una camioneta descendían seis sujetos vestidos sospechosamente

- Serán acaso criminales, ¿o gente de limpieza? – pregunte incrédulo ante la misión, nuestra primera misión como grupo

-       ¿Limpieza? ¿En serio?, ¡son malditos marcas! Ladrones, ¡secuestradores!

- No lo sé, tengo mucho miedo, amigos… - afirmo tristemente nuevamente Luis

- El miedo es solo una palabra, tu eres más que eso Luis, ahora, yo iré por la derecha, y tú por la izquierda, Jerouu, tú los seguirás desde atrás, ingresaras por la parte de atrás, así los atraparemos, y caerán como ratas – esas fueron las instrucciones de Sylvana, la nueva “jefa”

- ¡Hey! ¿Quién te nombro jefa? – dije sorprendido y algo molesto pero divertido

- ¡Nadie, pero vamos ya!, antes que nuestros padres se den cuenta de que no estemos, ¡vamos!

Cuando bajaron del auto misterioso los seis tipos vestidos de negros, tenían entre sus manos lo que parecía ser varias armas muy grandes, como si fueses… ¡escopetas!, ingresaron rompiendo el candado del centro comercial con suma facilidad. Bajaron del auto y colocaron alrededor de las rejas principales del centro comercial señas de construcción, para despistar, hasta un cono de construcción civil y evitar levantar sospechas, parecer que trabajaban arreglando la pista, incluso tenían los chalecos de la municipalidad de Lima. Dos se vistieron como trabajadores de la municipalidad, los otros cuatro ingresaron al centro comercial, entre ellos, lanzaron granadas de humo, pero no cualquier granada de humo, era humo que no se veía a simple vista, pero por alguna razón, quienes se adentraban en el polvo de humo sin las máscaras especiales de esos ladrones, quedaba ciegos totalmente, como si fuese gas de pimienta o algo así, pude ver como noqueaban fácilmente a los guardias de seguridad, pero sin matarlos, mientras mi misión aún seguía en pie, me dirigía a la parte posterior del centro.

Ahora el problema era como ingresar, no puedo saltar tan alto, pensé por unos segundos, ¡pero no puedo tardarme!, mis amigos ya han ingresado en medio del humo rodeándolo, tapándose ojos y nariz y cruzando a ciegas todo el campo hasta ingresar realmente al centro, y yo como sonso estoy afuera, al menos no hay nadie alrededor… cosa que es extraño, pero en fin.

El tiempo se acaba, saco el bastón de madera que me dio ese vagabundo, y lo golpee contra la reja con mucha fuerza, en eso se me ocurre una idea mejor, ¡la usare como posta para saltar la cerca eléctrica!

Retrocedo unos cuantos metros hasta la otra vereda, me coloco al otro lado de la acera, y corro con toda prisa sosteniendo el bastón como si fuese saltador de posta olímpica, justo la encajo en un agujero de la pista y me elevo con ello. A unos centímetros de lograrlo, ¡pero parece que me caigo!, y es donde estornudo de repente, fue un estornudo tan fuerte que me da ese impulso faltante al momento del salto, logrando mi objetivo, ingresar al centro comercial ¿Qué rayos fue eso? No tengo tiempo que perder, luego veré que paso en ese estornudo “gigante” ahora debo terminar la misión de la supuesta jefa, otro asunto que arreglare más tarde con ella, si logramos salir con vida.

Cruzo las tiendas posteriores y la central de los ómnibus interprovinciales, al seguir corriendo, me detengo y me escondo detrás del ascensor, cuando veo a los cuatro ladrones abriendo todas las tiendas. ¡Estos tipos tenían todo planeado!, y no parecen ser cualquiera de esos tipo de criminales corrientes, estos son profesionales, putos profesionales. Veo de lejos, en el segundo piso, a Sylvana con sus guitarra en posición de atacar como la última vez ¡mierda!, ¡olvidamos la señal para actuar! Aunque nunca hubo una señal para atacar, esto se va a la mierda bueno, ahora depende de cada uno, carajo, no veo a Luis por ningún lado.

Mientras trato de verlo, me escabullo por los asientos del gran patio de comidas sin llamar la atención. Al moverme, veo a dos ladrones profesionales acercándose, pensé que me habían visto y venían a matarme, pero, solo se sentaron un rato a hablar, yo estaba detrás de algunos asientos, milagrosamente nunca voltearon hacia atrás, claro, quien lo haría en un centro comercial cerrado y a la medianoche.

- Ladrón líder: Ya robamos en Saga y en dos restaurantes

- Segundo ladrón: pero… ¿Qué hay de lo demás jefe?

- Líder ladrón: Olvídalo, ya fue pe carajo, somos la gran cagada y nos envían a esta mierda

- Segundo: si, pero, ya terminemos esto jefe, tengo un hambre tamare…

No me digas que tienes miedo, no hay nadie aquí, no seas marica y ya robemos

- ¡PRIMERO TENDRAS QUE MATARME HIJOS DE PUTAS! – grito una chica con un pantalón bien ceñido al cuerpo y cabellera larga negra

¡Maldita sea!, ¡es Sylvana! ¡Este es su puto plan! y les está gritando como si fuesen cualquier cosa, adiós al plan sorpresa, adiós quizás, a nuestras vidas, ¡carajo es hora actuar!

-  Ella no está sola, ya somos dos contra seis putos– me levante de mi escondite, ambos ladrones se apartaron y sacaron sus pistolas, y nosotros, solo mirando y esperando un momento para atacar… o para huir



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