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viernes, 12 de septiembre de 2014





“Siembra rencor, y cosecharás amor”

Finalmente, la ciudad nauseabunda de Lima. Una hermosa ciudad, pero tan contaminada como mi hogar, una nube gris demasiado espesa retiene mi visión sobre la ciudad, pero, no veo nada detrás de las pequeñas montañas, absolutamente nada.

Es como si un tornado minutos antes de mi llegada, arraso con todo, solo hay tierra y nubes de polvo ¿Esto es Lima? No, el mar aún se contempla muy cerca del peñasco por donde camino. Entonces, no es la mágica ciudad de reyes, pero, ¿Cuánto me falta? Carajo, tengo sed y no hay ningún puesto o carretillero para comprar agua…

Al borde de un cataclismo y correr a donde sea, porque mientras camino hasta llegar a la capital, todo es demasiado aburrido, observo un letrero con una flecha que apunta directamente de frente, cinco kilómetros para llegar a la provincia regional de Lurín ¿Lurín? Vaya, entonces aún estoy muy lejos, debe haber algún ómnibus para llegar, algún micro o taxi, pero, eso me costaría demasiado dinero, mejor un micro, más efectivo, informal, pero que mierda, es mejor que caminar diez horas en total soledad.

Cuando me doy cuenta, veo algunas casas pre fabricadas a mi alrededor, las personas lavan su ropa con la poca agua que tienen, los niños juegan con perros callejeros, y a lo lejos, un colegio, pero, muy deteriorado, a punto de derrumbarse, ¿eso es educación primaria?, y eso no es todo, paso al costado del edificio, y veo que dice también, secundaria… que desalentador.

A los habitantes de este asentamiento humano parece no importarles, como si no tuvieses problemas, si fuese un paraíso rodeado de tierra, pero, ahora lo recuerdo, no es un asentamiento, son invasores que desean una casa donde vivir, maldita sea…

Llego a la carretera central, camino al costado de la panamericana, los ómnibus pasan con gente, en dirección, supongo, que a Lima. Intento parar alguno, pero ninguno se detiene, estoy por sacar una de mis pistolas, pero, reacciono de inmediato, no se detienen porque no hay paradero, ese acto me hubiese costado mi identidad, con un carajo.

La pequeña ciudad de Lurín, por fin algo de civilización, pero, a lo peruano. Mototaxis por doquier, combis parando en medio de la pista, señoras cruzando la misma pista con sus pequeños hijos, sin mirar a ambos lados ¡Malditas sean! Este lugar no es un paraíso, ni una invasión, es solo una muestra deteriorada de que, la sierra quiere convertirse en costa, y todo por un puto sistema llamado “Congreso peruano”.

Me detengo en un paradero, arriba dice “Paradero Explosivo”, que nombre tan peculiar, me agrada en absoluto.

  • -       Disculpe señor – una chica de cabello marrón se me acerca al lado para preguntarme
  • -       ¿Qué deseas? – volteo para verla de mejor, y lo primero que atrae mi atención son esos ojos marrones claros
  • -       ¿Me puede decir la hora por favor?
  • -       Ah… son las cuatro con cinco minutos
  • -       Rayos, gracias señor
  • -       Si… - la veo de cerca, es una chica, con un sastre color rojo, el cabello marrón suelto, y esos ojos con una extraña sonrisa… me recuerda a…

La conversación se termina, la chica espera el mismo ómnibus que yo, es de suponer pues ningún otro transporte pasa. Han pasado como tres combis, pero ella no sube a ninguno, noto en su mirada, sin que se dé cuenta de que la miro, una extraña mirada, de que está perdida, pero no sabe a dónde ir. Sin ánimos de continuar una charla, pero, con si la intención de saber que micro o ómnibus me lleva a la capital, le pregunto:

  • -       ¿Sabes que ómnibus va a la capital?
  • -       A pues si - respondió con esa mirada tan poco común
  • -       ¿Cuál?
  • -       Es la misma que tomo yo, es un chosiscano, creo, pero son de color marrón con rayas anaranjadas, justo allí viene, arriba dice Lima, Grau y Lurín

Me levanto a ver casi al fondo de la carretera, y efectivamente, es un ómnibus grande, y creo que el letrero dice Lima. ¿Cómo hizo para mirar tan lejos?  O ¿Cómo hizo para identificar los colores a tal distancia? ¡Son casi 10 kilómetros de distancia! Ni si quiera con unos binoculares se podría ver a tan perfección.

  • -       Gracias… señorita- ¿Soy cordial con alguien quien no me importa?
  • -       ¡No se preocupe señor! - una sonrisa que significa confianza - No es de aquí ¿Verdad?
  • -       No, soy chiclayano – intenté no decir mi verdadero lugar de origen - Pero no soy de los tipos que suben a los carros a sonsear a la gente con tales mentiras
  • -       ¡No! No me refería a eso, bueno, ya se acerca ¿Va a Lima también? ¿no?  - su confianza creo que mejoro luego de que viera que no era un señor, sino, alguien, tal vez, de su misma edad
  • -      
  • -       Por cierto, soy Milagros, y usted es…
  • -       Luciano
  • -       Oh, qué nombre tan…
  • -       No es necesario tanta amabilidad, Milagros
  • -       …- ese leve movimiento de su boca, sarcástica, mostraba aun confianza
  • -       ¿Te puedo pedir un favor? - pregunté sin tanta molestia
  • -       Ah… pues, no creo - su confianza paso a ser una duda en su rostro joven
  • -       ¿Me puedes avisar cuando llegue a la misma capital, o lo más cerca del centro de Lima? Solo eso
  • -       A, sí, yo bajo también, pero con rumbo a mi universidad

Antes de subir, un sonido vibró por el lugar, la chica sacó de su bolsillo un celular, y lo contestó inmediatamente. A segundos de subir al ómnibus, lo guardo, pero, se le cayó el celular, lo recogí, no por ser amable, antes de dárselo vi un nombre poco común, el chico quien la llamo, debía ser su amigo o enamorado, pero, ese nombre… Jerouu, que extraño.
  • -       Bueno, aquí está el carro, por cierto, mi nombre es Milagros, un gusto… conocerte, Luciano
  • -       Igualmente, Milagros
  • -       Jerouu… que nombre tan extraño.




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